Antonio Mingorance
Acta Sanitaria (AS).- La distribución farmacéutica es un elemento fundamental en la cadena del medicamento. ¿Cómo ayuda este agente a la hora de afrontar el reto de que la población de zonas rurales acceda a los fármacos que necesita?
Antonio Mingorance (AM).- Efectivamente, la distribución cumple una función logística esencial, que nadie puede cuestionar seriamente, para que las farmacias dispongan de los medicamentos que necesitan los pacientes. Sin embargo, no todas las rutas de suministro son rentables para la distribución, porque los costes de llevar un medicamento a un núcleo rural, alejado de las grandes ciudades, no repercuten sobre su precio, ni en el margen de farmacia ni en el del laboratorio fabricante, sino sobre la distribución. Es ahí, en esos casos, donde la distribución cooperativa cobra su sentido más profundo y donde se destaca el hecho diferencial que la distingue de otras opciones de distribución: son las cooperativas las que asumen esas rutas de distribución no rentables, porque no solo miran a su cuenta de resultados, sino también al mandato de sus socios, que demandan un servicio equitativo a todas las farmacias, independientemente de su volumen de facturación y de su ubicación geográfica. De esta manera, puede decirse que la viabilidad de las farmacias de las zonas rurales está indisociablemente unida a los derechos de acceso al medicamento de los pacientes que viven en ese entorno. Sin la distribución cooperativa, ya habría en España desiertos farmacéuticos, un problema al que se enfrentan países de nuestro entorno, como Francia, por la desaparición de estos profesionales de la salud del medio rural debida a la imposibilidad de un suministro rentable si solo se atienden a los criterios del mercado.
AS.- Además del despoblamiento, de un tiempo a esta parte, España ha tenido que hacer frente a dos circunstancias que imperan hoy en día en la sociedad: el envejecimiento y la cronicidad. ¿Qué puede hacer y qué hace ya la farmacia ante esta coyuntura?
AM.- La farmacia es el mejor observatorio demoscópico para identificar las tendencias sociodemográficas relacionadas con el cuidado de la salud. Para la farmacia, ni la despoblación, ni el envejecimiento, ni la cronicidad son realidades que nos sorprendan, como si hubiesen surgido de la noche a la mañana; hemos sido testigos de ese proceso de cambio, porque convivimos con nuestros pacientes y sus familias durante toda su vida en nuestros pueblos y barrios. Eso significa que, desde hace muchos años, las instituciones farmacéuticas han ido avisando de la necesidad de contar con el farmacéutico de manera efectiva para afrontar la sostenibilidad de un sistema sociosanitario que debe hacer frente a los desafíos de la cronicidad y el envejecimiento, animando a las Administraciones sanitarias a profundizar en lo que a mí me gusta llamar el uso racional del farmacéutico, que es, en definitiva, contar con todas nuestras habilidades y competencias para ayudar a cuidar mejor de nuestros mayores y de los pacientes crónicos.
"No todas las rutas de suministro son rentables para la distribución"Lógicamente, desde las instituciones farmacéuticas no podría lanzarse un mensaje de este tipo si no se constatase la realidad cotidiana del despliegue de conocimiento teórico y práctico de los profesionales de la farmacia con cientos de miles de pacientes cada año. Efectivamente, la farmacia puede hacer mucho y ya está haciéndolo, porque está profundamente implicada en un rumbo asistencial que nadie discute, a través de una panoplia de servicios profesionales amplia y bien fundamentada.
AS.- El modelo de Farmacia español garantiza la proximidad con el paciente debido a la extensa red de oficinas, ¿no cree? ¿Facilita este modelo la adhesión terapéutica o deben realizarse mejoras?
AM.- Podríamos decir que la farmacia es el servicio de salud de proximidad por antonomasia. Los profesionales lo sabemos, llevamos muchos años demostrándoselo a la Administración y los pacientes nos piden esa implicación. Pero ese rol de apoyo a la adhesión terapéutica debe mejorar en dos aspectos: que los pacientes lo pidan con más fuerza, porque no siempre coinciden las agendas políticas con las demandas de la ciudadanía, y que las farmacias perseveren en el esfuerzo de facilitar esa demanda de manera proactiva, levantando sin complejos la bandera del orgullo profesional.
AS.- ¿Las nuevas tecnologías han relegado la labor del farmacéutico y de la distribución o, por el contrario, la han incrementado?
AM.- Las nuevas tecnologías hace ya algún tiempo que han dejado de ser nuevas. Toda novedad tecnológica ejerce una función catalizadora del cambio cultural. Sería absurdo temer a la tecnología; de hecho, no olvidemos que, precisamente, el medicamento, que es el núcleo de nuestra esencia profesional, es una tecnología, y muy compleja. No, las denominadas nuevas tecnologías no suponen un problema para el farmacéutico ni para la distribución: son una herramienta incorporada a nuestro desempeño cotidiano y, como toda herramienta, están a nuestro servicio, orientamos su uso a nuestra eficiencia como profesionales y como empresas.
AS.- Los profesionales de la farmacia ven actualizados sus conocimientos periódicamente. ¿Se han adaptado correctamente a los continuos cambios del sector?
AM.- Lo están haciendo y uno de los logros más significativos en ese sentido es la convergencia progresiva de la actualización de esos conocimientos, su institucionalización, yendo siempre de la mano los colegios, las instituciones académicas, la distribución y las sociedades científicas. Este avance conceptual es importante, porque, al final, es el profesional quien asume la responsabilidad deontológica y de certificación que el entorno puede pedirle en un momento dado. Independientemente de la fuente concreta a la que acuda el farmacéutico para formarse, esa fuente debe ser de calidad reconocida y alineada con las necesidades profesionales de cada momento.
AS.- ¿Cuál ha sido el papel de Bidafarma en el XXI Congreso nacional farmacéutico celebrado en octubre en Burgos?
AM.- Nuestro papel ha sido el que solemos desempeñar: facilitar que ese encuentro profesional, por el que han pasado 1.500 farmacéuticos de toda España, sea útil, porque si a los farmacéuticos les sirve, estamos seguros de que les servirá a los pacientes, cuya salud es el fin último de la farmacia. Independientemente del patrocinio de actividades o de la visibilidad de nuestro stand, por cierto, uno de los más frecuentados del Congreso, en Bidafarma tenemos claro a qué vamos a esas citas: a demostrar que los farmacéuticos pueden contar con nosotros como soporte que haga viable el desarrollo efectivo de una farmacia asistencial.