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Apuntes de un boticario

Con gran acierto, el autor trata de aplicar los neologismos que nos invaden, en esta ocasión 'small data' y 'big data', al quehacer diario del profesional de la oficina de farmacia, al tiempo que contempla cómo determinados vicios de antaño se están convirtiendo en enfermedades mentales. 
Todas estas historietas que escribo van preñadas de fundamentos que me hacen pensar con miedo que la tecnología se esté tragando a pasos agigantados el contacto físico del ser humano
Decía Jardiel, ¡quién si no!, que si un pobre come jamón o bien el jamón está malo o el que está malísimo es el pobre. Este adagio, muy conocido, de tan genial autor, lo exprimo de mi magín con su copyright no fuese a ser que algún fan apasionado me lo aplicase y pudiese creer que voy de ocurrente. Si acaso, y a mi pesar, voy por la vida de imaginativo, lo que a veces divierte a mi público al que tanto debo y tanto me quiere pero que a los que la padecemos, hablo de la imaginación, nos la jode bastante.

He arrancado con lo del jamón del pobre por mi pertinaz obsesión del trato humano a todos los niveles. Siempre pregunto cuando me recomiendan a un profesional que puede ir desde un médico (¡ojú!) hasta a un electricista, si es buena persona, cosa que al receptor de la pregunta le hace poner los ojos en blanco y pensar que estoy de coña.
Los felices años veinte
Dicen que mi abuelo Emilio contaba que la llamada feliz  década de los años veinte, obviamente del pasado siglo, no era tal para una inmensa mayoría de aquella España en cuya selección aun no jugaba Piqué. Lo era para los terratenientes y no para los pobres que las pasaban canutas. Mi abuelo, que sin ser terrateniente era del grupo minoritario que vivía bien, hablaba con una objetividad que no he valorado hasta tener suficiente  criterio e “imaginación” (¿ven ahora lo que se sufre previendo?) para saber la verdad tan irrefutable y valiente que decía. Mi padre, su hijo, liberal de cuna (de tal palo tal astilla) sí me matizaba que su progenitor se indignaba ante la terrible injusticia social que se vivía en aquellos años.

Gente que trabajaba solo por el techo y el pan y, si alguno sufría una enfermedad o accidente de los de verdad (“de los de toda la vida”, que también diría Jardiel), que Dios (en la figura del párroco) lo acogiese en sus oraciones.
Poderes fácticos
Pues bien, esta situación era más penosa aún en las zonas rurales. Y es a lo que voy. Salvo excepciones, en estos pueblos durante la época a la que hago referencia había tres poderes fácticos, históricamente descritos en novelas y operetas,  que eran el boticario, el médico y el cura que en las famosas tertulias de rebotica, “sede social, cultural y política”, quitaban y ponían, casi como ahora en otros foros, alcaldes, diputados y….hasta ministros.

Pero no piensen mal, que no hablo de mis detestados “donhilariones” sino de los boticarios que, acusados por algún tertuliano de demagogos, se jugaban dinero y “prestigio político” dando gratis (fiando se decía y se sigue diciendo hoy) los productos, en la mayoría de los casos costosas fórmulas magistrales, a quienes sabía que no podían pagarlos y que les eran “vitales” no para un dolor de espalda, sino porque un familiar se estaba muriendo.

Y es que ya, incluidos estos menesterosos (¡aunque trabajasen, ojo!), existían, aun en menor número, los  llamados pobres vergonzantes, los de las migajas de pan en la barba que, aun participando en las tertulias de rebotica, procuraban no escanciarse más de una copita de mosto o algún panecillo para que los poderes fácticos no supiesen de sus miserias económicas incluidas su familia.

Sí lo sabía el boticario que aceptaba la deuda que acumulaban los pedidos de estos productos sanitarios realizados fundamentalmente y con la cabeza gacha por algún hijo o bien la fámula de la casa.
Conocimiento sociosanitario
El actual farmacéutico comunitario es sencillamente un “small data” desaprovechado e impagado
Pero no van hoy  mis “Apuntes boticarios” por estos derroteros económicos y sociales, que los dejo para los seguidores de Galdós, sino por los del conocimiento sociosanitario que los farmacéuticos siempre han tenido, y lo siguen teniendo, de sus pacientes, incluidos idiosincrasia e historia familiar.

Contaba un boticario amigo, y ya hablo de una reciente actualidad, que la repentina muerte del galeno de su pueblo hizo pasar consulta esporádica a un nuevo y joven médico, inexperto y foráneo, que encontró en mi amigo su auténtica fuente de información en todos los sentidos.

Un día de los muchos que el médico, curiosa paradoja, “iba a la consulta” del boticario, le habló de una tal Antonia que lo traía por la calle de la amargura pidiéndole constantemente le recetase la hormona del crecimiento, fármaco de alto coste y prescripción complicadísima, para su hijo que con trece años aún era bajito de cuerpo.

Ricardo, que así se llama mi amigo y compañero, rompió a reír y le contó que la tal Antonia era la esposa de un comerciante del pueblo al que le decían “pies corticos” por tener que utilizar en la furgoneta, que empleaba para ir a por género a la capital, unos corchos que aplicaba a embrague, freno y acelerador para que así, y en forma de alargadores, pudiese manejar con sus “pies corticos” estos artilugios. “¿Querrá la pobre Antonia que, con este precedente, y a pesar de la hormona, su hijo se convierta en un Pau Gasol?”
Pérdida del contacto humano
Todas estas historietas que escribo van preñadas de fundamentos que me hacen pensar con miedo que la tecnología se esté tragando a pasos agigantados el contacto físico del ser humano. De ahí que, para que no me tomen por un corporativista arcaico que siempre que puede saca a relucir la figura del boticario de mostrador sino, por el contrario, un moderno amante de las nuevas tecnologías, les digo que estoy convencido de que el actual farmacéutico comunitario es sencillamente un “small data” desaprovechado e impagado.

El nuevo grupo de Genómica y Medicina Personalizada de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria dice  que los médicos de familia atienden a una gran mayoría de hipertensos, dislipémicos, diabéticos o pacientes con patologías asociadas complejas. Y es que uno de los puntos fuertes de esta especialidad, el hecho de estar “a pie de paciente”, proporciona acceso a mucha información.

¡Vale, pero!:  ¿Quién mejor que el farmacéutico está a “pie de paciente” cuando la botica es un ágora por la que pasan diariamente millones de usuarios o simples oyentes sin que al titular, el que maneja su modesto y personal “small data”, le permitan acceder a los historiales clínicos de sus pacientes?. (*)
"Small Data" como neologismo
Los vicios y pecados capitales que habían conformado la visión del ser humano están siendo sustituidos por trastornos mentales
Esta neologista “small data”, inventada por un servidor y que se la ofrezco gratis al señor Pérez Reverte, es la hermana menor, y aun bastarda por no reconocida, de el “big data” que aplicada  en Salud define la acumulación de datos masivos que superan la capacidad del software habitual para ser procesados, capturados y gestionados, hasta el punto que un especialista como el doctor Hernández Medrano, neurólogo del Ramón y Cajal, afirma que acabaremos haciendo ensayos sobre el “individualoma” , barbarismo al que yo llamaría un “small data” de la genómica y que, tecnología y semántica aparte, el farmacéutico lleva tiempo utilizando aun en contra de sus intereses económicos.

Hoy, ante cualquier fallecimiento imprevisto e inusual, los dolientes son “asistidos” de inmediato por un grupo de psicólogos. Antes, en casos similares y durante el velatorio, las vecinas rezaban en voz alta el rosario mientras gemían y “dispensaban” litros de tila a parientes y afectos.

Muchos son los boticarios que tras largas horas de trato con pacientes afectados de estos problemas los han logrado “desenganchar” de benzodiacepinas, seroprames o zolpidenes.

A Angelita la joven viuda que al perder a su marido se quedó a la “luna de Valencia”, su boticario de cabecera le encontró un trabajo en un almacén de distribución con el que logró enderezar su vida en muchos sentidos sin ya, como ella dice agradecida, depender del uso de “pastillas” para nervios e insomnios.
Vicios y trastornos mentales
Las rabietas infantiles sistemáticas de Manolito, el hijo de Andrea, que fueron diagnosticadas en su momento como «desregulación disruptiva del estado de ánimo típica de algunos impúberes”, por un famoso psiquiatra infantil, se “curaron” un verano en el que, por sugerencia del boticario amigo de la familia, mandaron al nerviosillo a una casa campamento regida por una orden religiosa de famosa disciplina.

Y es que los vicios y pecados capitales que habían conformado la visión del ser humano están siendo sustituidos por trastornos mentales. Así, el orgulloso pasa a sufrir una personalidad narcisista; quien es sociable y comunicativo se convierte en alguien con un trastorno de la personalidad desinhibida; el jugador es un ludópata y el tímido, un ser con fobia social. La gula es hiperfagia; y la arruga no es vejez sino belleza carente de colágeno (de venta exclusiva en farmacias) y proclive al botox.
Noticia ilusionante
De aquí que al compañero que me siga y piense, con cierta razón, que le estoy  arruinando el “negocio” lo emplazo a que siga leyendo esta ilusionante noticia que transcribo:

A partir de 2018, los farmacéuticos franceses también pasarán a cobrar por acto de dispensación y por la prestación de ciertos servicios que serán sufragados por la administración. Este concierto incluye varias novedades. Una de ellas es la implantación del programa nacional de seguimiento farmacoterapéutico y revisión de la medicación a los pacientes crónicos o polimedicados que toman más de 5 medicamentos (esto contempla una población de 3,9 millones de personas). Todas las boticas que participen en este programa de adherencia serán remuneradas con entre 20 y 60 euros (el primer año será de 60 euros e irá bajando).

Por ahora, desde mi atalaya literaria, sólo puedo intentar, ensalzando vuestro trabajo, (hablo a los posibles ofendidos) que se cumpla pronto aquí lo que acabáis de leer para que no tengáis que recibir como remuneración a vuestra labor de “small data” lo que hasta ahora es uso común en todos vuestros pacientes: “Muchas gracias Don José y que Dios se lo pague!”

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(*) Última hora: El presidente de la Alianza General de Pacientes (AGP), Antonio Bernal, ha defendido que los farmacéuticos comunitarios puedan acceder a los historiales clínicos de sus pacientes