Desde el comienzo de nuestro ejercicio profesional, hemos explorado las mil y una formas de controlar y limitar nuestra demanda diaria de consultas.
Hemos invertido un esfuerzo tan gigantesco como estéril en instruir a la población para limitar el uso indiscriminado de las consultas 'urgentes'". Educar a la población parece, en este caso, 'misión imposible' hasta para el MI-5. Hemos tratado, entonces, de encontrar la solución reorganizando tareas, diversificando agendas, implicando más a todos los estamentos. Así, esos mismos pacientes que se acercaban al mostrador de la UNAD de nuestro centro de salud con la famosa frase 'vengo de urgencias' han sido rebautizados como pacientes NO DEMORABLES. Hemos hecho de todo con ellos, nuevamente. Los hemos tratado monográficamente, los hemos repartido, los hemos compartido, los hemos derivado, los hemos regurgitado… Nada, nada parece lograr resolver la sobrecarga diaria.
¿Será la ansiada solución la agenda nominal 34/24 + agenda de (no podía llamarse de otra forma) rebosamiento? Sinceramente, no lo sé. Sin retener ni hacer atractivo el ejercicio de nuestra profesión en la Comunidad de Madrid a residentes o médicos a la fuga, puede ser tal caos que precipite la definitiva defunción del modelo actual de Atención Primaria. ¿Pero qué otra cosa podemos ya hacer a estas alturas?
En mi experiencia personal, el exceso de demanda ha sido casi una constante, incluso mayor en los primeros años de ejercicio que ahora. Pero también hubo un periodo más favorable donde, junto a un mayor equilibrio de los recursos, existía la posibilidad de recambio, tan necesario para cubrir vacaciones, bajas por enfermedad y otras ausencias no programadas. Tempus fugit. Hace tiempo que esa ficha ha desaparecido del tablero, haciendo mella progresivamente en la base del sistema, en la Atención Primaria.
Lógica de las leyes naturales
Tengo por costumbre recurrir a la lógica de las leyes naturales conocidas en busca de respuestas para los problemas de difícil resolución. Y, también, cómo no, al ejemplo de los grandes sabios de la Historia que dieron con dichas leyes, tratando de encontrar en el ejemplo de sus vidas y de sus obras la inspiración y el valor necesarios para afrontar grandes amenazas y retos, como le está tocando vivir ahora a la Atención Primaria.
En pleno debate sobre la experiencia con la famosa agenda por rebosamiento en los centros piloto, llegó como un susurro perdido entre sinapsis, flotando en la memoria, la ley de la conservación de la materia, de uno de los personajes más fascinantes de la Historia, padre de la química moderna. El gran Antoine Lavoisier:
'La materia ni se crea, ni se destruye, solo se transforma'.
Demanda asistencial
Acierto total, más de un siglo antes de los experimentos de Rutherford y de la descripción del átomo de hidrógeno. Más de una vez me habrán escuchado mis compañeros de trabajo adaptar la ley de Lavoisier a nuestro eterno problema:
La demanda ni se crea, ni se destruye, solo cambia de cupo, agenda o nivel asistencial.
Un desequilibrio se hace cada vez más patente. La descontrolada demanda asistencial tiene una masa creciente y nosotros, la otra parte del experimento, perdemos masa a la velocidad del increíble hombre menguante.
Lavoisier no resistió el periodo del terror de la Revolución Francesa. Aristócrata encargado del cobro de contribuciones, señalado por Marat y cercano al Rey Luis XVI, fue decapitado a los 49 años. El presidente del tribunal pronunció la famosa frase: 'La República no necesita ni científicos, ni químicos, ni sabios'. Inevitable por analogía recordar a nuestro consejero Escudero, que no parece necesitar médicos ni pediatras en su nuevo modelo de Atención Primaria. Enfermeras y pantallas de plasma, textualmente, son suficiente para garantizar la atención sanitaria de la población. ¡Fascinante!
Lagrange
Importantes personajes hicieron todo lo posible para salvarlo. Lagrange, el físico y matemático italiano, dijo al día siguiente de su trágica muerte: 'Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero quizá ni en un siglo aparecerá otra que se le pueda comparar'.
Un año después, el nuevo Gobierno francés dirigía una nota a su esposa Marie-Anne: 'A la viuda de Lavoisier, quien fue falsamente condenado'.
Caminamos hacia los cuatro meses de huelga, cargados de solidaridad y compañerismo, pero, también, del desprecio del Gobierno de la Comunidad y parte de la población, permaneciendo otra mitad indiferente ante lo que puede ser, también, una nueva injusticia histórica.
Sigo imaginariamente los pasos del padre de la química moderna camino de la guillotina, tratando de mantenerle en pie, transmitiéndole valor y ánimo, gratitud por todo su legado, por todo el bien y el conocimiento donado a toda la humanidad. Y, aunque me resisto y no quiero mirar, no puedo evitar ver al espíritu de la Atención Primaria reflejado en los ojos de Lavoisier.
Hay muchas formas de perder la cabeza.
Si tiene que ser, que sea como el bueno de Antoine.