Tribuna de opinión

Mi carrera no progresa

Juan Diego Areta, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria

Guardar

Mi carrera no progresa
Mi carrera no progresa

Mi nombre es Juan Diego, aunque casi siempre me llaman Juandi. Estoy casado y soy padre de dos hijas: Martina y África. Desde hace unos meses, los cuatro vivimos en Bikop, un pequeño pueblo de la selva camerunesa.

Soy médico. No destaco por ser de los mejores. Creo que tampoco de los peores. Aquí, ejerzo como médico general en un pequeño dispensario que, desde hace más de 50 años, regentan las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.

Antes de esto, fui facultativo-funcionario del Estado e interino del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Llegué a alcanzar un nivel A25 en la Carrera Profesional, lo cual no está nada mal, y, ahora, no tengo ninguna de esas plazas y trabajo como voluntario en este rincón del mundo (¡sin cotizar!, se ha escandalizado ya más de uno).

Conociendo estos breves antecedentes, no faltará quien me diga lo que yo mismo comencé a repetir de broma cuando llegué aquí: mi carrera no progresa. El chiste se hace sólo y lo repetí en más de una ocasión. 

Preguntas

Pero, por esos mecanismos misteriosos de nuestro cerebro y nuestro pensamiento, a raíz del chiste, empezaron a surgirme algunas preguntas: ¿por qué parece objetivo que mi carrera no progresa y yo sospecho lo contrario?; ¿por qué estoy convencido de que los buenos médicos son un tesoro, pero también de que la Medicina actual, con sus excesos, es altamente peligrosa y dañina?; más aún, ¿por qué disfruto tanto de mi profesión si nunca he tenido vocación de médico?

Así, en pocos días, estaba sumido en una reflexión profunda sobre mi propia evolución vital y profesional. Me di cuenta de que me he ido convirtiendo, casi sin advertirlo, en un médico errante. Errante porque he ejercido en contextos muy diferentes, a veces de forma imprevista, pero también porque yerro cada día, aunque mantengo la esperanza de no hacerlo mañana.

“¿Cómo he llegado aquí?”, era la pregunta que resonaba en mí de forma repetida. Nunca he tenido lo que se suele entender por ambición. Nunca he deseado más dinero, prosperar o tener éxito, pero ¿es necesario tener cada vez menos?

Antes del fin

En esas andaba cuando, de forma inesperada, me topé en la biblioteca de las monjas con un librito de Ernesto Sabato que no había leído. Se titula 'Antes del fin'. En él, encontré unas palabras que me dieron la clave para encontrar ese hilo conductor que hasta ahora ha tenido mi carrera y mi vida. Escribía el genio:

'Tenemos que abrirnos al mundo (...). Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia'.

Creo incluso que esas palabras han sido el estímulo que hizo que me arrancase a contar. Hace años que plasmo mis reflexiones y vivencias en cuadernos que sólo leo yo. La mayoría de ellas las he compartido con Ana e incluso con otras personas cercanas. Esos cuadernos y conversaciones me han ido ayudando a mantener la serenidad y a orientarme en momentos difíciles. Así que pensé en volverlo a hacer: me sentaría a escribir sobre mi propia evolución profesional y, de alguna forma, también sobre mi propia vida.

Se ve que necesitaba un desahogo, porque a borbotones salieron muchas páginas. Más de las que jamás había escrito. Poner el punto final fue un alivio difícil de explicar. En estos años, me he visto envuelto en realidades y situaciones que nunca pude imaginar y que me han hecho disfrutar y sufrir -a veces al mismo tiempo- con mucha intensidad, que me han ido moldeando como a golpe de cincel. Quizá por eso el alivio al terminar de escribir: porque necesitaba reconciliarme con mucho de lo vivido y poner todo eso negro sobre blanco fue una forma de hacerlo.

Compartir

Aunque intuí que el texto podía interesar a algunas personas, inicialmente no pensé en compartir algo tan personal. Luego, recordé que a muchos pacientes les he dicho en consulta que cuando algo les quema en el corazón, no deben únicamente pensar sobre ello, sino también compartirlo. Porque, al hablar con sinceridad y al dejar que otros simplemente nos escuchen, a menudo ocurre que parece que los miedos se van disipando, el peso de las penas aligerando y las alegrías ensanchando.

Por eso, con cierto temor, enseñé el texto a algunas personas que, para mi sorpresa, me animaron a publicarlo. Y, así, sin saber muy bien cómo, todo este proceso ha cristalizado en un libro que se titula (¡cómo no!) 'Mi carrera no progresa'.

Sus páginas no son una autobiografía, no pretendo exponer en ellas mi vida privada. Tampoco son unas memorias, eso sería demasiado pretencioso. En ellas, me propongo simplemente reflexionar en voz alta sobre mi evolución como médico, hasta ahora, quizá, algo atípica y, en ciertos momentos, marcada por vivencias especialmente crudas. Si alguien llegara a leerlas y le fueran de utilidad de alguna manera, podríamos considerarlo un pequeño milagro.