Juan Pablo Núñez

Tribuna de opinión

Más ética en la gestión, parte de la solución en la dirección de los centros sanitarios públicos

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Punto de vista

Al hilo de la necesaria profesionalización de los directivos de centros sanitarios públicos y su desvinculación partidista, el autor aboga por la formación ética de los mismos.

Gestionar es, según la RAE, hacer diligencias conducentes al logro de un negocio o de un deseo cualquiera. El buen funcionamiento del Sistema Sanitario no tiene como objetivo ser un negocio, pero sí que es un deseo de todos.

Desde hace tiempo, se insiste en el intento de convencer a las autoridades sanitarias sobre el hecho de que las direcciones hospitalarias, al ser puestos altamente profesionalizados, no deberían estar demasiado sometidas a las veleidades partidistas.Todo lo relacionado con la salud es altamente sensible y muy valorado por la población. Los políticos (sin excepción) se deben a los votos, siendo por esa causa harto reticentes a mantener tan genuino caladero de voluntades en manos de técnicos no designados, versus controlados, por ellos.

Lo anterior ha venido provocando que la mayoría de los directivos sean más “poli-técnicos” que estrictamente técnicos. Dominan su oficio porque se han formado bien, han adquirido habilidades y acumulan experiencia, pero accedieron al cargo con el sesgo de la afinidad ideológica como elemento determinante. Todo esto tiene que ver con la necesaria delegación de confianza, y el consecuente convencimiento de que vale más otorgar esas responsabilidades a un correligionario.
Dinámica agotada
La Bioética tiene mucho que ver con la clínica, pero es también imprescindible en la gestión: eficiencia, equidad y transparencia, son principios morales que deben presidir la actuación de los gerentes.
¿Cuál es la clave correctora de esta cuestionable y, en mi opinión, agotada dinámica?

Se debe recurrir al criterio ético que, por definición, no es técnico ni político. La Bioética tiene mucho que ver con la clínica, pero es también imprescindible en la gestión: eficiencia, equidad y transparencia, son principios morales que deben presidir la actuación de los gerentes.

Si de lo que se trata es de encontrar a los mejores, habrá que buscarlos entre los que aúnen talento, preparación, compromiso, habilidades de comunicación, cierta independencia y honradez. No sólo con eso, pero, inexcusablemente, con eso.

Dirigir un centro asistencial es tarea complicada y arriesgada. No cualquier amigo del poder, sólo por serlo, presenta el perfil adecuado para capitanear un gran hospital (con la obligación de garantizar correcta asistencia sanitaria a miles de exigentes ciudadanos, con grandes expectativas de mejoría o curación y muy proclives a la frustración y la queja). … Y, por si lo anterior fuera poco, con plantillas de profesionales altamente cualificados y con sus plazas en propiedad, que siempre se muestran difícilmente gobernables y reticentes al liderazgo impuesto.
Formación ética y deontológica
Considero imprescindible la formación ética y deontológica de los futuros gestores, siendo exigible la transmisión, impregnación e identificación con los valores en los que se fundamenta la medicina pública (altruismo, solidaridad, relación de ayuda, actitud de servicio y respeto), a través de los programas formativos de capacitación (másteres).

Conviene no olvidar que, en atención a la salud, calidad y excelencia son imperativos inexcusables, que nos obligan a todos y, muy especialmente, a los directivos sanitarios.

Está en juego el compromiso constitucional con una sanidad “gratuita” y universal.

Hay que convencerse de que la mayor lealtad del gestor, antes que a cualquier otro, se la debe a los pacientes.