Raquel Moreno Salamanca

Tribuna de opinión

¡Dejad de estrangular mi vocación!

Enfermera de Madrid

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lamento de una enfermera recién graduada

La siguiente narración recoge los sinsabores personales de una enfermera que, en el inicio de su actividad profesional, se tropieza no sólo con la precariedad en el empleo sino, y sobre todo, con un ejercicio profesional que no se ajusta a lo que en los estudios se marcaba como buena práctica. 

Hace cinco años estaba realizando los últimos rotatorios de prácticas de la carrera. Recuerdo la soltura con la que era capaz de desenvolverme ¡Parecía que podía comerme el mundo! Pero de repente recibes un papel en tus manos donde pone que eres GRADUADA EN ENFERMERÍA y todo cambia, porque ahora tienes la completa responsabilidad de velar por el bienestar y la seguridad de varias personas a la vez. Y estás sola, sin tutoras y sin nadie que pueda justificar tus actos como cuando estabas formándote.

Quería hacer mención a mi época de estudiante porque ahora, como enfermera “hecha y derecha” que soy, formar a alumnos en el hospital es parte de mi trabajo y de mi profesión y debo llevarlo a cabo correctamente… Correctamente yo que, después de cuatro años trabajando únicamente en la geriatría del sector privado, volvía a conseguir meter la cabeza en un hospital público, obviamente con la mayoría de mis conocimientos enfermeros olvidados.
Aprendizaje exprés
Al parecer, a las personas que organizan y toman las decisiones desde arriba en algún momento debió de parecerles buena idea poner a una persona sin formación ni experiencia al cargo de 16 pacientes pluripatológicos y de diferentes especialidades
Yo, que tuve que aprender de cero en una planta en la que jamás había estado, con la única opción de formarme en tres días y encima siendo dos de ellos voluntarios y sin remuneración.

Yo, que a día de hoy me quedan tantísimas cosas por aprender, ¡TANTÍSIMAS!... enseñando a una persona cómo ser una buena enfermera.

Hay una cosa clara y que nadie puede rebatirme, y es que para transmitir conocimientos de una forma adecuada a alguien se necesitan tres cosas: una base sólida de conocimientos, experiencia y un ambiente idóneo. Según mi vivencia, no cumplo ninguno de los tres requisitos. Y este aspecto es sólo uno de los muchos que podría denunciar de la sanidad pública que ahora mismo existe en España en más instituciones de las que debería.

Al parecer, a las personas que organizan y toman las decisiones desde arriba en algún momento debió de parecerles buena idea poner a una persona sin formación ni experiencia al cargo de 16 pacientes pluripatológicos y de diferentes especialidades.

También creyeron oportuna la opción de hacer contratos de lunes a viernes, para ahorrarse pagarte los fines de semana cuando te contratan en consultas externas para, además, ir rotándote cada día por un sitio nuevo donde te encuentras tan perdido que no parece ni que tengas una titulación universitaria. Es entonces cuando los médicos te comienzan a llamar inútil, recibes una queja detrás de otra, no eres capaz de hacer nada a derechas, y comienza a rondarte por la cabeza si has hecho bien escogiendo esta profesión, porque dudas que valgas para ello.
No somos robots
La carrera de enfermería incluye asignaturas de psicología para algo y, en el día a día del hospital, las técnicas psicosociales, por desgracia, brillan por su ausencia
Me encantaría que los del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar pudiesen leer esto ahora mismo y ser una diminuta parte más conscientes de lo que vivimos a diario las enfermeras en España. Sinceramente dudo que esas personas se paren a pensar en que estamos tratando con gente enferma sometida a un nivel de estrés enorme, que necesita cuidados de extrema delicadeza y calidad y un personal cualificado y con una formación a la altura. Y si lo hacen, discúlpenme, pero escapa a mi entendimiento que sus conciencias puedan descansar tranquilas por las noches.

¿Para qué estamos ahí? ¿Para dar medicación y curar y acatar órdenes como robots? ¿Para hacer una técnica detrás de otra sin casi poderle explicar al paciente de forma previa lo que le vas a hacer? Creo que la carrera de enfermería incluye asignaturas de psicología para algo y, en el día a día del hospital, las técnicas psicosociales, por desgracia, brillan por su ausencia.

¿Ven normal que, por la carga tan abismal de trabajo que tenemos, haya días que pasemos a las habitaciones a tal velocidad que no podamos ni pararnos a preguntar al paciente "¿Cómo estas hoy?"?

¿De verdad no pagamos los suficientes impuestos para contratar al personal que necesita un hospital?
Planes destrozados
Sientes miedo porque sabes que trabajar en esas condiciones solo va a conducirte a cometer errores
¿Les parece justo que, por no tener una planilla más amplia, haya enfermeras que se tengan que quedar a trabajar otro turno de seguido después de la paliza que llevan encima y sólo con unas horas de preaviso cuando el trabajador del siguiente turno sufre un imprevisto y no puede acudir a su puesto?

Debe ser que, en España, enfermarse o tener un accidente o cualquier problema personal es tan poco común que no merece ni la pena pararse a reflexionar sobre ello, sobre cómo no podemos ni siquiera tener una vida tranquila en nuestros días libres, cómo nos destrozan nuestros planes o, simplemente, nuestro momento de descanso y desconexión de todo ese estrés.

Estés donde estés, de viaje o en tu puñetero sofá sin hacer nada, de repente, suena el teléfono: "Ha ocurrido una incidencia. Necesito que vengas a trabajar". Déjalo todo. No tengas vida. Porque tu vida es trabajar.

¿No estamos sometidas ya a suficiente presión a diario sacando el trabajo como podemos en días que parece imposible que las cosas puedan torcerse más en tu pasillo?

¿No les parece suficiente con que la mitad de los días salgamos con la sensación de haber hecho un trabajo nefasto porque nos faltan horas y brazos para llevar a cabo todo el trabajo que se delega en cada una de nosotras? Porque da igual si entras media hora antes y sales una hora después. Da igual si no has tenido tiempo en toda la mañana para ir al baño o dar un trago de agua. Da igual si tus niveles de azúcar están bajo mínimos porque en 7 horas no has podido parar a comer algo. Todo eso da igual, porque tú lo único que quieres es cumplir con el compromiso que tienes contigo mismo como profesional. Y finaliza tu turno y te das cuenta de que ha sido imposible. Sientes que has fracasado. Sientes miedo porque sabes que trabajar en esas condiciones solo va a conducirte a cometer errores y se puede jugar con muchas cosas en este mundo, pero creo que la salud de un paciente debería ser algo sagrado…
Miedo real
Un día nace una ilusión dentro de ti y decides poner todas tus energías en convertirte en una gran enfermera y, ahora, por culpa del sistema, todo nuestro trabajo se está reduciendo a la nada
Efectivamente, ese miedo se transforma en realidad y las consecuencias de un trabajo mal hecho no son para la organización del hospital, sino para la enfermera. Para la que está a pie de cama, acatando cinco órdenes prioritarias de cinco facultativos distintos, al mismo tiempo que se ve inmersa en la repartición de una cantidad tan elevada de medicación que el carrito rebosa por sus cuatro costados, dando la cara en todo momento ante familiares, resolviendo incidencias y ocupándose de comunicar una y otra vez el mismo problema porque nadie acude a tu llamada.

Ponte por un segundo en mi piel y, encima, después de todo eso, recibe una reclamación con las siguientes palabras por parte de tu jefa de que, tras tu trabajo realizado, “puedes ir a la cárcel”. Y entonces, siente la estocada final.

Solo quiero dejar claro que esta “queja” no es gratuita y créanme que antes de echar pestes de algo me cuido mucho de analizar en qué puedo estar fallando yo. Pero no, no se trata de que la situación me venga grande por ser, por decirlo de algún modo, una recién salida de la carrera. Cuando miro a mis compañeras a la cara, mujeres con años de experiencia a sus espaldas, que llevan media vida trabajando en la misma planta, veo reflejado los mismos sentimientos.
Con el corazón en la garganta
Creo que una persona no elige ser enfermera si no quiere realmente dedicarse a ello porque, más allá de las condiciones de trabajo que te pongan delante, se trata de una profesión extremadamente delicada que, a día de hoy, me está exigiendo proporcionar unos cuidados de calidad en situaciones insostenibles. Se me exige saber priorizar sin haberme dado formación previa. Vivo con el corazón en la garganta. Me destrozo por dar lo mejor de mí en cualquier trabajo del que me llaman. Me ofrecen contratos de una semana, incluso de un día. Tercios de jornada, en los que vas a la unidad a trabajar 5 ó 6 días al mes. Y pretenden que cojas soltura, que conozcas la forma de trabajar de cada médico, que te sepas los protocolos, etc. También está la opción de que cada día te pongan en una consulta nueva, donde no sabes dónde está colocado el material, ni la documentación, y nadie te ha explicado cuál es la rutina. Y sólo deseas que la Tierra te trague y que llegue pronto la hora de salir.

Un día nace una ilusión dentro de ti y decides poner todas tus energías en convertirte en una gran enfermera y, ahora, por culpa del sistema, todo nuestro trabajo se está reduciendo a la nada.

Hace años que llevo peleando duro por llegar a ser una gran profesional en este sector. Me he dejado siempre la piel estudiando y trabajando, pero siento que se me agotan las energías, siento que, en vez de cuidar, necesito que me cuiden. Estoy agotada, física y mentalmente. Estoy cansada de ir con miedo a trabajar, cansada de no descansar.

Por favor, ¡Dejad de estrangular mi vocación!