“No se puede saber, mirando un cuerpo, si alguien es hombre o mujer”
Ante el rechazo y la opresión, la discriminación y el estigma, las sexualidades periféricas se apoyan en la teoría queer e intentan cambiar el sentido de “normatividad” para convertir su “diversidad” en un motivo de orgullo. La teoría queer reivindica el derecho a ser sexualmente diferente y, al tiempo, a poder disfrutar de la vida con todas sus ventajas e inconvenientes. Esta teoría, beneficiosa en principio, tiene una deriva que la convierte en totalitaria e intransigente.
El totalitarismo intolerante queer lleva a extremos que niegan la biología y la ciencia. Es como el terraplanismo, pero peor, pues los terraplanistas al menos en su visión cercana pueden creer que la Tierra es plana, pero los totalitaristas queer niegan incluso la visión cercana.
Dicen que, mirando un cuerpo de mamífero, no se puede saber si es macho o hembra. En el caso de la especie humana, la inspección ocular de un recién nacido, o de un feto de ocho meses con ultrasonidos, no permite afirmar si es niño o niña. Y eso dejando aparte los casos en que pueda haber dudas lógicas en síndromes intersexuales.
Para ser respetuoso con esa premisa no habría que atribuir ningún sexo ni al feto, ni al recién nacido, ni a nadie. Quizá incluso registrar a la persona con un nombre sin carga biológica; nada de Ana, o David, sino “HHNX20500RRR” o parecido.
Con ello, cada persona podría luego transformar el “HHNX20500RRR” en Ana o David, según le placiese, e incluso atribuirse fecha, lugar de nacimiento, progenitores y nacionalidad a su libre albedrío. Podría ser Ana, nacida el 20 de junio de 2002 en Bilbao (España), hija de Josechu e Irune, o, si quiere, David, nacido el 1 de enero de 1960 en Moscú (Rusia) hijo de Yuri y Sacha.
¿Por qué no?
¡Todo se andará!
“El sexo no es una categoría biológica y, por tanto, el sexo biológico no existe. El sexo es una construcción del lenguaje”
El totalitarismo intolerante queer niega la existencia del sexo biológico. Es decir, que es una actividad sin fundamento la que realizan los profesionales que sexan a seres vivos, como los pollos.
En el caso humano, según el totalitarismo queer, habría que suprimir el sexo del recién nacido en los certificados de nacimiento.
El título de esta nota es literalmente cierto según el totalitarismo queer: “¿Es niño o niña?” “Imposible saberlo, señora, el sexar a los humanos se ha acabado. No puedo saber si su cerebro es azul o rosa”. “Si su cerebro es rosa le gustará jugar con las muñecas y vestir de rosa, y si el cerebro es azul le gustará jugar con armas y hacer el bruto”.
Eso dice el totalitarismo queer, que sostiene estereotipos que parecía iban a desaparecer por inhumanos y falsos.
“El sexo se atribuye, no se identifica. Los médicos hacen un diagnóstico clínico del sexo y muchas veces se equivocan”
Según el totalitarismo intolerante queer, los médicos diagnostican el sexo del recién nacido y, en general, de cualquier humano, de forma que determinar el sexo es una especie de ejercicio de atribución, una etiqueta que se impone, un baldón conque obligan a vivir, una forma más de hubris médico. Es más, dicen que la atribución del sexo tiene carácter performativo, por lo que el cuerpo nombrado como “varón/niño” se verá impelido a serlo, y otro tanto el nombrado “mujer/niña”, lo que genera conflictos sin fin y un gran sufrimiento.
Los médicos se equivocan con frecuencia al atribuir el sexo, nos dicen. De la misma manera se equivocan al atribuir a los humanos pulmones, corazón, hígado, cerebro, músculos y articulaciones, por ejemplo. Al nombrar estos órganos provocan que se transformen en lo que se espera de ellos, y así nos va, hechos un lío. Igual con la fiebre, que te la provoca el médico cuando te mide la temperatura y te dice eso de “Tiene fiebre, casi 40º”; al atribuirte fiebre te produce fiebre, es el poder de la palabra. Lo mismo si te diagnostican cáncer de colon, que acabas teniéndolo solo porque te lo han diagnosticado. Una putada.
“¿Cromosomas? ¿Qué es eso?”
Si el sexo no existe, los cromosomas menos. O quizá existan, pero no tienen ninguna importancia respecto al sexo, proclama el totalitarismo intolerante queer.
Lo de los cromosomas sexuales X e Y son caprichos de la naturaleza, y se puede ser varón o mujer en sentido biológico sin que tenga mayor importancia la dotación cromosómica.
Además, a ver, usted, sí, usted, lector/a, ¿sabe que cromosomas sexuales tiene?, ¿se los ha determinado alguna vez?, ¿sabe si es XX, o XY, o X0, o XXY, o XXX, o XYY, o QUÉSÉYO?
Entonces, nos dice el totalitarismo queer, ¿por qué le dan tanta importancia a los cromosomas sexuales y su relación con el sexo biológico? Insisten: “Es gracioso que la gente se asuma como XY (varón) o XX (mujer) sin ni siquiera habérselo estudiado”.
Ah, no olvidar que, ni los tratamientos hormonales, ni la cirugía, cambian la dotación cromosómica, y que, a lo largo de la vida y cada segundo, se producen unos cuatro millones de células nuevas en el cuerpo humano, cada una con sus cromosomas sexuales “de origen” (en el caso de la mujer XX y en el del varón XY). Pura biología.
Por supuesto, tener dos cromosomas X en cada célula del cuerpo y ser mujer conlleva muchas cosas, como mayor probabilidad de enfermedad autoinmune (por ejemplo, lupus) o de efectos adversos por las vacunas o la quimioterapia, pero eso es irrelevante para el totalitarismo queer.
“La metafísica del sexo”
Razona el totalitarismo intolerante queer que si el sexo no existe, todo lo que se hable de él es metafísica y que mejor no nombrarlo siquiera, pues hablar de “niño/niña” conlleva la realización del propio acto del habla, de la palabra.
La palabra tiene tal poder que lo que no se expresa en palabras no existe. Es decir, niega sentimientos conmovedores e incluso sensaciones (por ejemplo, olfativas) por no poderse poner en palabras.
Lo que es peor, según el totalitarismo queer expresarse como nos estamos expresando es hablar de la metafísica del sexo al tiempo que perpetuar dogmas de biopolítica franquista que ahora representa el radicalismo trans-excluyente. Vaya, que todos somos de Vox, ultraderechistas y odiadores y estamos afectados de transfobia. Y, para defender este sinsentido, se usa la misma falacia de siempre: quien esté en contra de leyes que blindan el género es como Vox, que Vox también está en contra. Del "todas putas" al "todas nazis". Eso sí, ondeando banderas y exhibiendo símbolos con fervor similar a los de Vox. Y, como la ultraderecha, empleando argumentos sentimentales (no racionales), el insulto y la violencia como soporte a sus propuestas y teorías.
El borrado de las mujeres
“Las perjudicadas siempre son las mismas: las denostadas, las violentadas, las violadas y luego no creídas, las supervivientes y las que no sobreviven. Las niñas y las mujeres”.
El totalitarismo intolerante queer promueve el eliminar el sexo en todas sus menciones y además se limita y casi prohíbe el uso de las palabras mujer y niña, y se habla de “cuerpo con vagina”, “persona gestante”, “cuerpo menstruante”, etc. en un lenguaje políticamente correcto que se impone con violencia. La extrema derecha y la izquierda políticamente correcta se unen contra las mujeres.
Así, una serie de académicos progresistas, profesionales sanitarios de izquierda, activistas buenistas transgénero, organizaciones de libertades civiles, partidos políticos de izquierda y organizaciones médicas están trabajando en negar a las mujeres su humanidad, reduciéndolas a una mezcla de partes del cuerpo y estereotipos de género. Exactamente como la ultraderecha.
Para el totalitarismo queer las palabras varón y niño son menos agresivas, lo que es comprensible dada su ideología patriarcal.
Las leyes dictadas al son del totalitarismo intolerante queer pretenden borrar a las mujeres y además vulneran, por ejemplo, los derechos de la infancia y de las personas con discapacidad. La “ley trans” en trámite en España “no responde a las necesidades reales de menores y jóvenes con incongruencia de género y adolece de un enfoque poco prudente -defendido por el transactivismo- y acientífico en relación con la protección de la salud de menores y jóvenes”.
Síntesis
“Ver lo que está delante de nuestros ojos requiere un esfuerzo constante”, escribió George Orwell (el de la novela “1984”). El totalitarismo intolerante queer pretende el borrado de las mujeres, pues el propio término se considera “ofensivo”. En su extremo, se niega el uso de palabras y expresiones como vagina (“agujero delantero”).
La justa defensa de los derechos de una minoría mediante la teoría queer (trans, y en general LGTBI+) no tiene por qué implicar el aplastamiento de los derechos de una mayoría (niñas y mujeres). Lo políticamente correcto destruye la sociedad.
NOTA
Para saber sobre la intolerancia y el totalitarismo queer, de los mismos autores:
“Contra la intolerancia queer. A favor del respeto a la variedad en el campo de la sexualidad”