Morir en casa se ha convertido en algo infrecuente, por lo que el analista ofrece aquellos aspectos con que actualmente se rodea el hecho de morir, prácticamente convertido en nuevo artículo de consumo.
Estudios científicos
Ortiz y colaboradores nos informan de que aproximadamente dos de cada tres (64%) usuarios de atención primaria en un barrio acomodado de Madrid desearían morir en casa y acompañados de la familia y del médico. En España, solo el 35% de las defunciones de pacientes con enfermedades que requirieren cuidados paliativos ocurre en el hogar. Este porcentaje, únicamente superado por Italia entre los países europeos, confirma que la distancia entre las preferencias y la realidad sobre el lugar de defunción es grande.
Las preferencias del paciente no suelen llevarse a la práctica y con frecuencia este muere en el hospital por deseo de la familia
Como informan Lima-Rodríguez y colaboradores en su artículo sobre las razones que determinan el lugar de la muerte, las preferencias del paciente no suelen llevarse a la práctica y con frecuencia este muere en el hospital por deseo de la familia. Los profesionales consultados argumentan que la familia siente que el hospital está mejor dotado que la atención primaria para prestar los cuidados necesarios para una buena muerte. https://www.scielosp.org/article/gs/2018.v32n4/319-320/
En España, en 2015, el 66% de la población prefería morir en casa pero, entre pacientes con cáncer, el 8% murió en asilos-residencias, el 66,4% en hospitales y el 25,6% en casa. La muerte en domicilio fue más frecuente en el medio rural, y también si el paciente tenía mayor nivel económico y/o educativo. La presencia de servicios de paliativos de atención domiciliario no tuvo impacto en el lugar de la muerte. http://www.gacetasanitaria.org/es-dying-at-home-for-terminal-articulo-S021391111830178X
Observatorio de la Muerte, en Cataluña
“La renta lleva a los ricos a morir en casa y a los pobres en el hospital. Hay que fomentar que el paciente, cuando aún puede decidir, se responsabilice de su futuro”. En Cataluña fallecieron 65.509 personas en 2017. Esto es, 180 catalanes cada día. Pero la muerte sigue siendo un tabú social, admite el Departamento de Salud, el Observatorio de la Muerte. “Es imprescindible darle visibilidad a esta etapa de la vida”.
El Observatorio ya ha constatado que las desigualdades sociales condicionan al individuo hasta en el final de la vida. Por ejemplo, las mujeres registran un mayor número de fallecimientos en residencias o centros sociosanitarios. “Esto puede ser porque la mujer suele ser la cuidadora. El hombre tiene quien lo cuide en casa y las mujeres no tienen el apoyo de un cuidador”, señala Anna García-Altés, directora del Observatorio del Sistema de Salud. En porcentaje, los hombres registran más muertes en hospitales, una situación que Anna García-Altés vincula a “un sesgo de género en la atención sanitaria”: la literatura científica ha descrito que, de entrada, los profesionales sanitarios tienden a ingresar más a los hombres que a las mujeres. Las patologías más prevalentes en la vejez también influyen en esta brecha de género: las mujeres padecen más demencias, unas dolencias que, sumadas a la falta de cuidadores, las abocan a las residencias de ancianos al final de la vida.
Las personas con menos recursos tienen más posibilidades de terminar sus días en un hospital. Los ricos, en cambio, fallecen más en sus casas y reclaman más servicios de atención domiciliaria (PADES). “Las personas con más recursos tienen más capacidad para disponer de ayuda a domicilio y las personas con ingresos más bajos acaban en el hospital”.
“Cada hora mueren siete catalanes y más de la mitad lo hacen en hospitales y residencias. Mientras que sólo un 17% muere en casa. En este apartado, los números constatan que las personas con rentas altas y con capacidad para contratar cuidadores personales mueren más en casa que las de rentas bajas. Esta cuestión ejemplifica cómo las diferencias económicas marcan también el final de la vida”.
La muerte vedada
“Actualmente las familias llevan a los pacientes terminales a urgencias por el cambio cultural en relación a la muerte, por miedo o por la falta del control de los síntomas, así como una falta de coordinación entre recursos asistenciales. La negación de la muerte hace que el ser humano muera bajo supervisión de un profesional técnicamente preparado. Philippe Áries describió una transición a lo largo de la historia en cuanto a la muerte debido al miedo que representa la misma dentro de la cultura occidental, y las personas pasaron de morir en su casa rodeadas de su familia (muerte domesticada), a morir dentro de los hospitales-instituciones (muerte vedada)”. http://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/3804/13-felipe-mendoza-scripta-v2-n2.pdf
“A partir de la segunda mitad del siglo XX asistimos a una revolución de las ideas y los sentimientos tradicionales. Entre ellos, la muerte se difumina y desaparece; se vuelve vergonzante y objeto de tabú. El entorno del moribundo se empeña en protegerle y esconderle la gravedad de su estado; la verdad empieza a plantear problemas. La mentira se justifica por la intolerancia a la muerte del otro y por la confianza que el moribundo ha depositado en el entorno.
Pero se observa un paso más allá: se trata de evitar no ya no sólo al moribundo, sino a la sociedad en general, el desasosiego y la emoción insostenible que causa la fealdad de la agonía y la irrupción de la muerte en plena felicidad de la vida, puesto que es común pensar que la vida es siempre dichosa o cuando menos debe parecerlo. Los rituales de la muerte empiezan a vaciarse de su carga dramática: el proceso de escamoteo ha comenzado. Este fenómeno progresivo se ve claramente potenciado por el desplazamiento del lugar de la muerte.
La muerte además se profesionaliza, es objeto de comercio y ganancia, y no se vende bien lo que produce miedo, horror o pena; para vender bien la muerte conviene hacerla amable, transformarla, maquillarla, sublimarla: la muerte es un nuevo artículo de consumo
Ya no se muere en casa con la familia y allegados: se muere en el hospital y solo. Se acude al hospital ya no para curarse sino para morir, porque morir se ha convertido en un inconveniente. Pero la muerte en el hospital ya no ofrece la posibilidad de una ceremonia ritual que el moribundo preside en el centro de una asamblea de parientes y amigos. La muerte es ahora un fenómeno técnico conseguido por el cese de los cuidados, decisión tomada por el médico y su equipo. El moribundo en no pocas ocasiones ha perdido la conciencia. La muerte ha sido descompuesta, dividida en una serie de pequeñas etapas, y no se sabe claramente cuál de ellas es la muerte auténtica: aquella en la que se pierde la conciencia o aquella en la que se pierde el último aliento.
La muerte además se profesionaliza, es objeto de comercio y ganancia, y no se vende bien lo que produce miedo, horror o pena; para vender bien la muerte conviene hacerla amable, transformarla, maquillarla, sublimarla: la muerte es un nuevo artículo de consumo. El moribundo, pues, ha perdido su papel destacado que la tradición le había otorgado durante milenios; la muerte será solitaria, cruel. La sociedad se paraliza por el tabú de la muerte, y las decisiones que la afectan son reservadas a la familia y los médicos. Es la muerte vedada de Philippe Ariès”. https://www.elsevier.es/es-revista-revista-calidad-asistencial-256-articulo-morir-con-propiedad-el-siglo-13102464
“Philippe Ariès nos habla sobre cómo hemos pasado de naturalizar la muerte a externalizarla, de aceptarla como parte inherente de nuestra existencia a rechazarla a través del combate contra ‘los síntomas del envejecimiento’. El culto al cuerpo y el culto a la juventud, la dictadura de la estética y de la salud, buscan negar la muerte, superarla, controlarla, someterla al dictado del volens personal. El individuo contemporáneo vive el envejecimiento como un trauma, y la muerte como una vergüenza; en correspondencia, la Medicina vive el envejecimiento y la muerte como fracasos." https://www.ecofuneral.es/para-reflexionar/libro/el-hombre-ante-la-muerte
Síntesis
Aunque en la práctica está vedado a quienes no son ricos, es posible morir dignamente en casa y atendido por sus profesionales naturales; es decir, atendido por su médico de cabecera.
Lamentablemente, morir en casa se ha convertido en algo infrecuente. Tome las medidas oportunas para que su muerte no sea vedada, para que usted sea el protagonista de su propia muerte y muera donde le dé la gana, su propio domicilio incluido. Difunda esas voluntades anticipadas en positivo, que no es sólo evitar la muerte en instituciones sino sobre todo es "morir sanamente".
https://www.actasanitaria.com/documento-para-el-medico-de-voluntades-anticipadas-en-positivo/ http://equipocesca.org/morir-en-casa-con-dignidad-una-posibilidad-si-hay-apoyo-y-cuidados-de-calidad/ http://equipocesca.org/morir-en-casa-asistido-por-profesionales-de-atencion-primaria-por-el-medico-de-cabecera-5/