Cara Juan Gervas

El mirador

Me han dado el alta: estoy oficialmente curado de la neumonía covid19 (que casi me mata)

Doctor en Medicina. Médico General jubilado. Equipo CESCA (Madrid, España). [email protected]; [email protected]; www.equipocesca.org; https://t.me/gervassalud

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Juan Gérvas - Me han dado el alta: estoy oficialmente curado de la neumonía covid19 (que casi me mata)
Juan Gérvas - Me han dado el alta: estoy oficialmente curado de la neumonía covid19 (que casi me mata)

Teoría

A nadie le agrada la enfermedad, ni el consiguiente sufrimiento, pues no es la enfermedad en sí, sino la minusvalía que conlleva.

La enfermedad nos limita, reduce nuestras posibilidades, nos pone en nuestro sitio de seres para la muerte (que dirían los existencialistas). 

La enfermedad interrumpe, más o menos bruscamente, eso que se da por supuesto, esa actividad prevista de cada día, “lo normal”, la salud, lo que no valoramos, pues es una especie de supuesto permanente, “el estar bien”. 

Y no, lo normal es que la enfermedad, como la adversidad, sea parte de la vida y que tengamos que enfrentarnos a ella, sea aguda o sea crónica. Aguda, como una fractura ósea, o una gripe, o una diarrea.

Crónica, como una diabetes o una esquizofrenia, o un Alzheimer.

A veces, la enfermedad crónica viene “de nacimiento”, son las enfermedades congénitas.

Ante la enfermedad, la medicina tiene un amplio papel a cumplir. Por ejemplo, intentar evitarla mejorando “el territorio”, comunal (suministro de agua potable o un sistema fiscal justo, por ejemplo) o individual (consejo para dejar de fumar o vacuna contra el tétanos, por ejemplo). 

Ante la enfermedad, también diagnosticarla a tiempo, tratarla adecuadamente y ayudar a la convalecencia y rehabilitación. Y en todo caso, acompañar al paciente y a su familia, dar crédito del sufrimiento y ofrecer alternativas que faciliten la vida durante el enfermar, agudo/crónico.

Práctica. Primer episodio de cuasi muerte

Con 74 años, confieso que he vivido. Es decir, me ha pasado de todo como al común de los mortales. De todo, dentro de un orden porque, por ejemplo, nacer y ser educado en una familia organizada me permitió estudiar medicina, y no haber pasado nunca hambre: hambre, hambre. Otra cosa son caprichos, como en la infancia añorar un trozo de buen chocolate de cacao, cuando lo que había era un chocolate terroso bien cargado de harina de algarroba.

Entre las enfermedades también ha habido de todo. Es decir, alguna ocasional diarrea y gripe, luxación recidivante de hombro, una luxación accidental de codo, hernias inguinales, heridas varias por caídas y cortes, ocasionalmente rara crisis de asma, algún periodo de desconcierto mental, dolor casi crónico de espalda (lumbar), tuberculosis pulmonar,... Episodios varios que han ido curando sin dejar minusvalía, de forma que, hoy en día, no preciso medicación crónica alguna.

Dos episodios me enfrentaron a la muerte y descubrí con agrado que era capaz de actuar como recomendaba a mis pacientes, con serenidad. El primero, en 2002-2003, fue un dolor lumbar intenso que me impedía dormir porque se agudizaba al tumbarme, así que llegué a estar un mes de pie, o andando incluso por la noche en que a veces me despertaba al golpearme contra una puerta y caer al suelo. Ni la morfina calmaba el dolor (al contrario, me produjo dolorosísimas alucinaciones). El cuadro tenía mala pinta, de metástasis de cáncer de próstata, pues se acompañó de anestesia en silla de montar y edemas bilaterales en extremidades inferiores. Cuando recurrí a la medicina, mis compañeros pensaron lo mismo que yo y de ahí el uso precoz de la morfina. No obstante, las pruebas contradijeron las opiniones clínicas y tras meses de buscar un cáncer, un gran médico y compañero de estudios, Santiago Aréchaga, me dijo aquello de “no sabemos que tienes, pero vamos a pararnos y a esperar”. Y en la espera fue cediendo el dolor, y volvió la normalidad.

En mis pueblos, lo vivieron con horror, porque iba a ser el tercer médico seguido que moría de cáncer, y relativamente joven. Además, para más inri, mi mujer me cortó el pelo al cero (sin querer, se equivocó con la maquinilla), y aquello confirmó popularmente que estaba en tratamiento con quimioterapia, por más que dijese que no se había encontrado ningún cáncer.

Durante el proceso del enfermar, no perdí la calma ni caí en el pánico, y la desesperación no me atenazó. Procuré ir cerrando cuestiones pendientes y nunca temí a la muerte. Hemos nacido para morir y aquel momento era tan bueno como cualquier otro.

Práctica. Segundo episodio de cuasi muerte

Pasaron los años y seguí envejeciendo. Me jubilé y, como problema de salud, persistió el dolor lumbar ocasional, resuelto con aguantaformo y, si intenso, con ibuprofeno, y alguna crisis aguda de asma, que siempre ha respondido bien al salbutamol en aerosol (que llevo siempre, por precaución aunque puedo necesitarlo menos de una vez al año). Si me preguntan por el estado de salud siempre respondo “perfecto”, y si uso medicación crónica, “no”. 

Hasta las Navidades de 2019-2020, con un cuadro gripal de mal aspecto, sobre todo por la disnea y el agotamiento. Ingresé moribundo el 2 de enero por neumonía covid19, con pronóstico de muerte. De nuevo no me pareció mal momento para morir, de nuevo no tuve ni pánico ni miedo, ni siquiera durante el ingreso particularmente duro en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

Pero de todo ello he escrito y puede leerlo, amable lector/a. Le prometo que es una lectura agradable, pese a la dureza de la situación relatada:

1/ Superación mental del aislamiento en UCI en paciente grave por covid19
https://saludineroap.blogspot.com/2022/02/superacion-mental-del-aislamiento-en.html 

2/ “Chupito de oxígeno”. Hospitalización por neumonía covid19 grave
https://saludineroap.blogspot.com/2022/02/chupito-de-oxigeno-hospitalizacion-por.html 

3/ “Máscaras de emociones”. Las de un paciente con grave neumonía covid19, y 
https://saludineroap.blogspot.com/2022/03/mascaras-de-emociones-las-de-un.html 

4/ Espiritualidad y neumonía covid19 grave en 2022: una experiencia personal e intransferible. Las de un paciente con grave neumonía covid19
http://saludineroap.blogspot.com/2022/05/espiritualidad-y-neumonia-covid19-grave.html 

Este cuarto texto termina así:

“En palabras de Francisco de Quevedo, si muero, quedarán solo cenizas, pero “serán ceniza, mas tendrá sentido: polvo serán, mas polvo enamorado”. 

Si muero, “confieso que he vivido” y no tendría que tener el típico arrepentimiento de quienes mueren sin haber vivido, de 1/ no haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, 2/ haber trabajado en exceso, 3/ no haber tenido el valor de expresar mis sentimientos, 4/ no haber disfrutado más de mis familiares y amigos, y 5/ no haber sido más feliz.

Alta definitiva, el 2 de febrero de 2023

El jueves 2 de febrero de 2023, visité en el hospital de La Princesa al médico neumólogo responsable de mi caso, Francisco Javier García Pérez. Me dio el alta definitiva. Y, como buen médico, no tuvo que hacer otra TAC, tomografía axial computarizada, para ver mis pulmones; le bastó la entrevista y la exploración clínica (“se requieren 30 años para saber cuándo no hacer”). Certificó así que puedo seguir haciendo el bruto como a mí me gusta y vivir asilvestrado lejos del mundanal ruido.

Cada vez es más difícil ser buen médico porque cada vez hay más oportunidades de hacer. De hacer bien, y de hacer daño y es muy difícil hacer el 100% de lo que hay que hacer y al tiempo evitar hacer el 100% de lo que no hay que hacer.
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1575181322000535#bb0025 

A este neumólogo, le ha acompañado Elena García Iglesias, una excelente médica de cabecera, en el centro de salud de Buitrago de Lozoya, que durante este año me ha acompañado sin complicar la situación con un paciente más bien complicado y crítico con los excesos de la medicina.

A estos dos profesionales se suman cientos de familiares, amigos y compañeros que han sabido estar como se debe estar, a veces activamente si la ocasión lo requería, a veces en silencio, en la retaguardia. En todo, y siempre, mi esposa y compañera ya de casi sesenta años, Mercedes Pérez Fernández.

Síntesis

Ya digo, la enfermedad nos enfrenta al sufrimiento y a la finitud de la vida. Sirve de varapalo y de advertencia, de aprendizaje en este caminar que nos lleva de lo incomprensible del ser nacido a lo esperado del desaparecer. Conviene vivir sabiéndolo, pues no siempre el episodio del enfermar acaba en curación o cronicidad: a veces acaba en muerte.

 

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